domingo, 15 de abril de 2012

Confesiones y pertenencias.



El se fue de putas, y cuando volvió me confesó que no se sintió cómodo, que yo era mejor en todos los sentidos. Aprecio su sinceridad, pero cada acción tiene su recompensa, esta puede ser buena o como todos dirían, mala, en verdad no es malo, cuando tu recompensa no te gusta, aprendes a no cometer los mismos errores, porque claro, ¿a quién le gustaría pasar dos veces por la misma situación? Clara esta la respuesta. 
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Tiene espacio meritorio destacar que éramos muy buenos juntos. Éramos buenos en química, y estudiábamos física sin problemas. En las matemáticas el era genial, el mismo era puro matemática. Y a mí las matemáticas me follaban, me ponían, me podían. Espero que pueda entender el juego de palabras, padre. Por cierto, en letras también éramos buenos, y en lenguas, todos los exámenes aprobados, satisfechos, deseados y se volvían un vicio, cada vez queríamos mas. Pero cuando el respeto esta en falta, la magia se pierde. De todas formas, no quiero adelantarle nada. 

 Sus amigos nunca fueron un problema para mí, no me caían mal, pero bueno. Aquí inicia el problema, esas mentes débiles, apestosas, podridas, y demás calificativos. Era la fiesta despedida de uno de sus amigotes, despedida porque el pobre contraía matrimonio, para el placer de sus oídos, padre, se casaron solo porque la desafortunada quedo embarazada. Cada uno toma sus decisiones, y ella decidió criar al pequeño. No la juzgo. En fin, eran niños de papá y mamá y la decisión fue tomada entre padres e hijos, y así se llego a un acuerdo. El matrimonio.
Para no dispersarnos, sigamos con la despedida de soltero. 

Se realizo en el departamento de otro amigo, igual de insoportable y arrogante, la fiesta con mucho alcohol, y como no, PUTAS. Y la bruja de este cuento, ofreció la manzana,  arranco el pedacito de lencería que llevaba encima, por supuesto de adorno, y como no, el acepto.
Abrió la puerta y llevaba su camisa abrochada, pero con el primer botón en el tercer ojal, y el ultimo en cuarto ojal. Su cinturón estaba desatado, y llevaba el cordón de una zapatilla desatado, el otro mal atado. No entiendo como llego a casa si la escena del crimen estaba a una hora de viaje en auto. Tampoco lo quiero entender, ni quiero saber, ni imaginar. 
Cruzo la puerta, tiro las llaves sobre una mesita, y corrió al baño, yo estaba en el balcón pintando junto a la briza, y me imagine todo lo que pasaría antes que el saliera camino a la fiesta, cuando él se fue yo estaba pintando, cuando el volvió yo estaba pintando, y seguiría pintando mi presente. El salió del baño y yo no dije nada, se sentó en un sillón que estaba cerca del balcón y me miro, no vacile en ningún momento sobre hablarle. Después de una hora dijo - ¿Que estas pintando?- a lo que yo no conteste. 
Padre, le refresco, el se fue a esa fiesta a las 20:00 hs y volvió a las 10 de la mañana, confieso que me recosté cuando él se fue, y me desperté temprano, desayune, y me dedique a pintar, tal vez el pensó que había estado ahí todo el tiempo, pero no. Entonces, sin decir nada deje el pincel dentro del vaso con agua que estaba azul, como las raras manchas que estaba dibujando, me baje de la banqueta, suspire, y fui a la cocina a por una taza de café, acostumbro a ofrecerle el desayuno pero esta vez no. 
Cuando volví estaba dormido, pasaron horas y yo hice la cama, limpie, ordene, y prepare el almuerzo. Durmió hasta 15:30 hs. y cuando despertó se ducho y fue a la panadería, cuando volvió preparo café y puso las dos tazas sobre la mesa junto a la facturas recién compradas. Me senté donde siempre, y con las dos manos lleve la taza hacia mi boca y saboree el café, admito que su sabor es único, como el prepara el café, nadie lo hace. Cuando baje la taza lo mire fijo a los ojos, y sin decir nada tome una medialuna y la mordí, cuando comencé a masticar el dijo que necesitaba hablar, a lo que yo con la boca llena de masa y secamente respondí - Habla -
Paso la merienda y no hablo, hasta que levante mi taza y me fui al cuarto, me recosté sobre la cama y él me siguió. Y en ese momento comenzó la confesión. Dijo que lo sentía mucho, que se confundió, y conto lo sucedido en  fiesta. Y el punto clave; dijo que su corazón me pertenecía.
Esa noche dormimos cada uno en nuestro lado de la cama. Y a la madrugada me abrazo, en ese momento lo mire y le dije que su corazón me pertenecía, entonces saque de debajo de la almohada una cuchilla la pase despacio por su pecho y note su sobresalto y un leve suspiro, pero también note que no tenía miedo. 

Dijo que su vida me pertenecía, supongo que ya se había dado cuenta que contra mí no podía

Los cortes; solo notaba sus gemidos de dolor, pero él no se movía, no trataba de escapar. 

Lo note tan pesado, pero al mismo tiempo tan liviano. Tan suave y extraño.
Era mío, estaba en mis manos. 
Su corazón en mis manos, el tenia razón, me pertenecía.  

Así es padre, en las madrugadas ando a 100 km por hora dentro de mi celda. Estoy viva.